Parpadea una sola vez y el mundo entero habrá cambiado. A nuestro alrededor todo está en contínuo movimiento, que no nos engañen la aparente quietud de un paisaje montañoso o la calma de un cielo despejado. A simple vista nos pueden parecer imperturbables, estáticos, pero nada más lejos de la realidad.
La Tierra se mueve sin parar, cada día da una vuelta sobre sí misma, y no sólo eso, también gira alrededor del Sol a 30 Kilómetros por segundo. Pero es que a su vez el Sol se desplaza sobre la Vía Láctea a unos 250 kilómetros por segundo y la Vía Láctea navega a su vez por el universo a más del doble de esta velocidad. Mientras tanto, nosotros no nos damos ni cuenta de lo rápido que se mueve todo.
Los sentidos nos engañan, nos abruma la permanencia de la arena en la playa comparada con la fugacidad de las hueyas que dejamos en ella. No estaban ahí antes de que pasáramos y cuando volvamos la vista atrás habrán desaparecido. La arena en cambio siempre ha estado allí y siempre estará, pero si miramos un poco más allá veremos que esto tampoco es cierto. Las huellas desaparecen porque las olas las borran, la arena que hoy pisan tus pies, mañana puede estar a muchos kilómetros de la orilla.
El mundo es un proceso, por eso nunca podremos bañarnos dos veces en el mismo río. Cuando volvamos a sus aguas, ni el río ni nosotros seremos los mismos. Cambiarán nuestras ideas y nuestra forma de ser, y nuestro cuerpo también será otro. Dentro de un tiempo todas las células que nos forman habrán muerto y miles de nuevas las habrán reemplazado. Incluso en la contemplación hay movimiento, no importa lo tranquilamente que estemos mirando algo, nuestro ojo debe moverse 50 veces por segundo para que la imagen no desaparezca de nuestro campo de visión.
El movimiento lo impregna todo, en nuestro interior y en el exterior todo se mueve. Un cambio necesario para que todo siga siendo lo mismo.
Todo lo que conocemos del mundo nos llega por los cinco sentidos, empezamos a conocer cuando transformamos en señales eléctricas lo que nos envía la retina al cerebro. Empezamos a sospechar incluso que nos comunicamos químicamente mediante feromonas, como los insectos, pero lo que no sabíamos, lo que no podíamos imaginar, es que sin la memoria el universo no existiría.
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Nota para los no iniciados: esto de aquí abajo no es un banner publicitario, es un reproductor de música con una canción que me apetece compartir con vosotros y creo que, de alguna manera, tiene que ver con esta entrada. Dadle al play y disfrutad.
La Tierra se mueve sin parar, cada día da una vuelta sobre sí misma, y no sólo eso, también gira alrededor del Sol a 30 Kilómetros por segundo. Pero es que a su vez el Sol se desplaza sobre la Vía Láctea a unos 250 kilómetros por segundo y la Vía Láctea navega a su vez por el universo a más del doble de esta velocidad. Mientras tanto, nosotros no nos damos ni cuenta de lo rápido que se mueve todo.
Los sentidos nos engañan, nos abruma la permanencia de la arena en la playa comparada con la fugacidad de las hueyas que dejamos en ella. No estaban ahí antes de que pasáramos y cuando volvamos la vista atrás habrán desaparecido. La arena en cambio siempre ha estado allí y siempre estará, pero si miramos un poco más allá veremos que esto tampoco es cierto. Las huellas desaparecen porque las olas las borran, la arena que hoy pisan tus pies, mañana puede estar a muchos kilómetros de la orilla.
El mundo es un proceso, por eso nunca podremos bañarnos dos veces en el mismo río. Cuando volvamos a sus aguas, ni el río ni nosotros seremos los mismos. Cambiarán nuestras ideas y nuestra forma de ser, y nuestro cuerpo también será otro. Dentro de un tiempo todas las células que nos forman habrán muerto y miles de nuevas las habrán reemplazado. Incluso en la contemplación hay movimiento, no importa lo tranquilamente que estemos mirando algo, nuestro ojo debe moverse 50 veces por segundo para que la imagen no desaparezca de nuestro campo de visión.
El movimiento lo impregna todo, en nuestro interior y en el exterior todo se mueve. Un cambio necesario para que todo siga siendo lo mismo.
Todo lo que conocemos del mundo nos llega por los cinco sentidos, empezamos a conocer cuando transformamos en señales eléctricas lo que nos envía la retina al cerebro. Empezamos a sospechar incluso que nos comunicamos químicamente mediante feromonas, como los insectos, pero lo que no sabíamos, lo que no podíamos imaginar, es que sin la memoria el universo no existiría.
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