miércoles, 26 de mayo de 2010

Cuatro años

Cuatro años de intranquilidad; cuatro años de miedo; cuatro años de recaídas, de intentos frustrados... cuatro años de pena.

Hace cuatro años tuve una gripe, como cada año, con el malestar físico y el agotamiento que ello conlleva más los síntomas respiratorios tan desagradables que todos debeis saber. Pasaron dos semanas y la gripe se fué, no así el agotamiento general y la falta de fuerza para todo.

Nadie lo entendía, yo no lo entendía. Así que, dos meses después, en los que cada día era un infierno y todo hacía que las calientes lágrimas surcasen mi rostro; decidí comenzar a hacerme pruebas. Me hicieron pruebas de todo tipo: análisis de sangre en los que buscaban anemia, tiroxina elevada, mononucleosis, leucemia e incluso VIH (por probar que no quedase)... en las que encontraron que mi cuerpo, al menos interiormente, se encontraba perfectamente.

Así es como acabé en un psiquiatra que me diagnosticó depresión endógena y me recetó antidepresivos, mis amigas, las pastillas de escitalopram por la mañana. Declaró que mi estado sentimental es delicado aunque me empeñe en demostrar lo contrario llevando una coraza.

En aquel momento yo lo entendí, pero el resto del mundo no.

Y así es como me quedé completamente solo. Los que en su tiempo se hicieron llamar mis amigos me abandonaron uno a uno, no lo entendían. Mi familia me retiró su apoyo, ellos no entendían que la depresión es una enfermedad (me gusta llamarla "el mal de nuestro siglo"). Mi pareja me abandonó, no lo entendía y se vio superada por mi falta de ánimo, fuerza y por mi estado profundamente melancólico.

No hay depresión larga sin su consecuente planteamiento sobre el suicidio, y yo no soy mejor que los demás. Pero sentí que si acababa con mi vida, me perdería cosas que podrían pasar; cosas buenas; cosas malas y errores que me hiciesen aprender y ser más sabio. Aún así no hubo nadie que comprendiese o intentase comprender lo que me pasaba. Incluso algunos le restaban importancia, equiparando la depresión a un mal menor equivalente al catarro común... ni a ellos les deseé que pasasen por lo mío.

Dos son los males mayores de la depresión: la incomprensión, de la que ya he hablado, y la soledad. La soledad es algo paradójico ya que, al menos yo, no quería estar con nadie pero me horrorizaba estar solo... muy curioso.

Y así pasaron los años... pasaron cosas malas, errores, malentendidos, engaños, mentiras, traiciones... aprendí de todo ello. Y también hubo momentos felices en los que llegué a reír e incluso a sonreír por mera felicidad.

Por muy banal y obvio que suene, es una verdad absoluta la frase que reza "la vida son ciclos". Completamente tristes no tendríamos razón de vivir; e irónicamente completamente felices tampoco, al no tener meta alguna.

Y la vida fue pasando hasta el día de hoy, en el que se cumplen cuatro años del inicio de mi idilio con la medicación antidepresiva, que me sume en un estado de ánimo neutral, ni bueno ni malo per se, solo ciertas personas y ciertos momentos pueden inclinar la balanza a un lado o al otro.

Cuatro años y seguimos en ello. Cuatro años ya, como pasa el tiempo.