sábado, 23 de mayo de 2009

I Want Out

Hoy debería poner algo interesante, pero, en lugar de ello, voy a poner una referéncia bíblica y la traducción de una canción que dice mucho sobre lo que me rodea (la podéis escuchar originalmente aquí abajo.

La cita es Mateo 7:1-5 y la canción es la siguiente:



Desde el comienzo de nuestras vidas
nos empujan de pequeñas maneras
que nadie nos preguntan como queremos que sean.

En el colegio nos enseñan qué pensar,
pero cada quién dice cosas distintas,
aunque todos ellos están convencidos
de que son a ellos a quien debes obedecer.

Así que siguen hablando, nunca se detienen.
y en cierto momento te das por vencido,
y la única cosa que piensas es la siguiente:

¡Quiero salir! Vivir mi vida solo
¡Quiero salir! Dejadme ser
¡Quiero salir! Hacer las cosas por mí mismo
¡Quiero salir! Vivir mi vida y ser libre.

La gente me llama A y B
me dicen cómo debo ver
cosas que ya sé perfectamente.

Así que me empujan de lado a lado,
me empujan de blanco a negro,
me empujan hasta que no hay nada más que escuchar.

Pero no empujéis hacia el límite,
cerrad la boca y alejáos de mí.
Porque yo decido como mis cosas deben ser.

¡Quiero salir! Vivir mi vida solo
¡Quiero salir! Dejadme ser
¡Quiero salir! Hacer las cosas por mí mismo
¡Quiero salir! Vivir mi vida y ser libre.

Hay un millón de formas de ver las cosas en la vida.
Un millón de formas de ser tonto.
Y al final, todos estamos equivocados.
Algunas veces necesitamos estar solos...

No, no, no... dejadme solo!!!

¡Quiero salir! Vivir mi vida solo
¡Quiero salir! Dejadme ser
¡Quiero salir! Hacer las cosas por mí mismo
¡Quiero salir! Vivir mi vida y ser libre.

lunes, 11 de mayo de 2009

97 escalones hacia la planta baja


Andamios y mucho comercio viejo vertebran la calle Sevilla, céntrica y discreta, flanqueada por vías en pendiente. un bar, una agencia de viajes, un locutorio o una floristería reparten normalidad urbana en este asfalto de tránsito hacia el descenso. La bajada agresiva de la calle Ibiza alarga la perspectiva y detona el horizonte, hasta ver parte del edificio de la Tabacalera, e incluso, en el punto de fuga, a los barrios de poniente. La zona se palpa inestable porque los desniveles nos envuelven.

Poca más historia guarda el rincón que la de seguir caminando hasta que la calle muera y el giganteso escalón que es Tarragona empape la estampa. La evocadora estampa desde Doctor Zammenhof es de aquellas que valen la pena: el azul rabioso del cielo, el skyline recortado por grúas, los silos y los barcos del puerto; la ciudad baja, mi hogar. El picado nos enseña la construcción nueva en lo que antes eran solares, trozos muertos de ciudad sin resolver y ahora es obra bombardeada por el sol inclemente, Se intuye la brisa, el aroma del Mediterráneo.

Inevitablemente, entre jóvenes ociosos y abuelos que gastan la mañana bajo naranjos, envalentona la curiosidad del acceso hacia la Tarragona que después se abrirá al mar. Las cien escaleras son un atajo gracioso, emblemático y, por supuesto, inexacto. El redondeo también afecta aquí. ¿Quién se ha resistido a contar los peldaños? Uno, dos, tres... queda al lado un pequeño parque con cuatro bancos, una rosa de los vientos dibujada en el suelo y dos operarios de la brigada municipal que acicalan la vegetación... cuatro, cinco, seis y así hasta el escalón número 55, donde un banco de piedra maltrecho y graffiteado sirve para un breve descanso.

Y en esas, entre el cruce con un goteo constante personas, entre ellas niños que disfrutan pasando lista a los escalones, se alcanza el último, el número 97, y se deshace el mito del centenar. El ritual de recuento es casi atávico y te arroja a la calle Vapor. La voluminosa Chartreuse es la meta del brusco descenso y una nueva Tarragona se abre a nuestros pies.

La envejecida fábrica contrasta con el esplendor impoluto de una zona nueva de supermercados y camiones alrededor que repostan el arsenal de la alimentación. La plaza dels Infants, mañanera, desierta y amable, destila relax. Otro ritual tarraconense: tocarles la cabeza a los chavales metálicos y macizos que, en el centro de la plaza, observan la fuente. En toda la plaza, sólo hay una chica que llama por teléfono ¡en una cabina!, esa instalación que se nos antoja antediluviana. El lugar rebozará multiculturalidad por la tarde. Esa pista de baloncesto es el Harlem de Tarragona.



lunes, 4 de mayo de 2009

Magia


La magia no existe... no la auténtica magia, al menos.

La magia es engañar al universo y hacerle creer una mentira increíblemente escandalosa. Creedme, sé de qué estoy hablando... Yo he contado un buen montón. Pero como cualquier mentiroso habitual, últimamente tengo que emplear denasuadi tiempo borrando mis huellas. Toda esa mierda, esa bravuconería... Puedes pillar un feo dolor de cabeza sólo de pensar en ello.

Engaño sobre engaño, magia sobre magia. Oh, que complicada telaraña.

Claro que, cuando cuentas un cuento chino de más, tienes problemas. Es como salir una noche del pub y encontrarte al universo en medio de la calle, con los brazos cruzados, haciendo tap tap con el pie y esperando que le des explicaciones, De pronto, empiezas a contar alguna patraña contradictoria e insostenible que te inventaste hace años... algo que has olvidado completamente. Desesperadamente, intentas recordar quién hizo qué y cuándo. Buscas a ciegas lo primero que te pasa por la cabeza. Y el universo... que está al tanto de que le estás tomando el pelo... se quita la chaqueta con mucha deliberación, da un paso adelante, te lanza un derechazo y acabas en el suelo antes de haber podido siquiera protestar.

Así que intentas distraerle, cambiar de tema. "A que no adibinas lo que sé hacer", le dices. "Mira esto". Y empiezas a meter todos los trocitos inútiles de ti mismo dentro de otra persona, y haces que se lleven a esa persona al infierno en tu lugar. El universo te observa un momento, sin fiarse de ti, y después dice "ooh, eso ha sido muy bueno!".

Pero justo cuando crees que has salvado el pellejo, cuando te limpias la sangre del labio, alviado, el muy cabrón recuerda que ya se la habías jugado antes con esa clase de truco; y señala, sin titubeos, todas las inconsistencias de tu plan.

Entonces es cuando los empiezan los problemas de verdad.


Paul Jenkins - John Constantine. Hellblazer: "Los Pecados del Padre"

viernes, 1 de mayo de 2009

Hijos del Pánico

Desde que tengo noticia de esta gripe agradezco a la OMS su diligencia a la hora de actuar, su sensatez por la forma en que eleva las alarmas y sus previsiones. Lo mismo pienso de la ministra de sanidad, que ha demostrado que la política es aplicar sentido común, rigor e inteligencia.

Mientras vemos que en México se muere gente y cierran comercios y colegios, en España una decena de casos nos turban e inquietan. Es una agitación aparente, de nuevo rico, porque aquí, donde el destino ha colocado a unos millones de seres humanos insaciables y caprochosos, la pandemia inminente es y será una gripe. Una de ésas que nos dejan postrados en cama tres días. Una de ésas que los malos trabajadores se inventan un lunes por la mañana. Pero, ¡Ay, los pobres! Pon el dedo en el mapa y caerás en una tierra en la que esto de la gripe A sólo provoca el aturdimiento de las cosas que se ignoran. Hablar a millones de personas que viven con menos de un euro al día de antivirales, mascarillas, hospitales e higiene es insultarles.

Estamos actualmente en fase 5 porque el virus se ha transmitido de persona a persona. De persona a persona lloran en Asia y África la muerte diaria de jóvenes padres que no llegan a los 35, y mueren de viejos. Madres con SIDA, que traen al mundo hijos con SIDA. Hambre, malária, tifus, cólera, dengue, tuberculosis y mocos en la cara. Mocos y moscas en sus rostros. Y una mirada insportable para mí que dice: ¿Debemos morir así, siempre los mismos? Cómo podemos estar haciendo este ruido por una docena de españoles que tienen gripe. Cómo podemos tomar tanta distancia con el dolor de los demás. Son seres de lejanía, que diría Heidegger. Y nada más.

Y cuando la gripe pase, el mundo volverá a su orden natural. Nos seguiremos poniendo malos de vez en cuando. Un médico nos recetará un antibiótico y una farmacia nos lo dispensará. Y no repararemos en la verdad: que hay zonas del planeta que desde el día de la Creación están gripadas. Y así siguen, mientras que hoy viernes, en la mesa del restaurante donde cenamos con unos amigos, pedimos un plato de jamón y hacemos algunas bromas con el cerdo. Y con su gripe. Y con la vida.