martes, 8 de mayo de 2012

HACIA LA NADA

Le pareció extraño que ella se presentase sin avisar en el bar en el que él estaba charlando con sus amigos. Un mensaje de texto preguntando dónde estaba, una respuesta y allí estaba ella; con su mirada inocente, su sonrisa cautivadora y sus simples y modestos modales. Sobrecompensando. Él se alegró mucho de verle, de hecho hacía relativamente bastante tiempo que no se reunían los dos con regularidad y la echaba de menos. No tardó en infiltrarse en las vácuas conversaciones que suelen tenerse compartiendo unas cervezas en un bar ruidoso a horas en las que se debería estar durmiendo. 

Entre los “cómo te ha ido la semana” y los “mi jefe me tiene hasta los mismísimos”. Después de aquello, bastaron un par de caricias y tres o cuatro besos para que ella soltase la primera sonda de reconocimiento, y la primera mentira.

- Hoy he quedado con Javi.
- ¿Y eso?
- Él estaba por la ciudad porque ha venido a comprarse un instrumento, me ha llamado y hemos quedado para tomarnos algo. No te he dicho nada porqué no creía que fuese importante. 

Debería haberse empezado a preocupar en ese mismo instante, pero solo supo que debería haber tenido cautela cuando ya poseía meses de perspectiva. En aquel momento no le dió importancia. Pensó que era lo más normal del mundo, dos amigos se reúnen y tienen una charla y la confianza en la relación era inquebrantable, o eso pensaba él. No recuerda cuánto tiempo estuvo pasando delante de sus narices. Solo recuerda que, poco a poco, las conversaciones que tenían ambos cada vez que lograban verse giraban en torno a una única persona: Javi.  

“Javi es DJ y creo que pincha dentro de dos semanas en la sala Metro, podríamos ir a verle.” 
“Si tu conoces a Javi, lo conociste aquella noche en la fiesta que Victoria dió en su casa.”
“Quizás vaya algún día a ver a Javi a su ciudad, no te importa, verdad?” 
“¿Sabes que me dijo el otro día Javi?”
“Javi está haciendo oposiciones para funcionario.” 

 Si el pendiente de la relación comenzó a ser negativo, sin que él lo supiese, la noche en que ella le comentó que se había reunido con su amigo; no fué más que un ligero desnivel en comparación a la caída libre que vino después. 

Recuerda que aquel día ella se había quedado sin saldo y él, extrañado por el ritmo de consumo telefónico de ella, decidió obsequiarle con una recarga en un quiosco cercano. Justo después de hacer la gestión pertinente y abonar el precio del servicio, ella recibió un mensaje de texto que procedió a comprobar, pensando que sería la confirmación de la recarga. Pero no fué así. Lo que recibió era un mensaje de texto que empezaba con una palabra cariñosa que él jamás había utilizado para dirigirse a ella. Borró el mensaje en apenas segundos y escondió nerviosa y rápidamente su teléfono en el bolso. En respuesta a la pregunta obvia por parte de él, ella recurrió y liberó la segunda mentira. Argumentó que ese mensaje se lo había enviado él, pero él sabía que aquello no era posible, nunca había utilizado una palabra así para dirigirse a su pareja.

El resto del camino lo hicieron en silencio. Cogidos de la mano. Sabiendo ambos exactamente lo que ocurría, sabiendo que el otro conocía perfectamente lo que estaba pasando. Aferrándose quizás a un último momento de felicidad sintética antes de despedirse. Al llegar a destino y despedirse el uno del otro, ella le pidió que no se fuese de aquella manera. Triste, abatido y sabiendo que el castillo que habían construido juntos, mano a mano y durante años, se estaba desmoronando debido a un defecto de base en el material de construcción de las relaciones que pretenden ser serias: la aleación de confianza, respeto y sinceridad.

Debió recorrer unos cincuenta metros cuando oyó los apresurados pasos de ella dirigiéndose hacia él. Los reconocería entre un millón. Cualquiera puede llevar chanclas, pero años de oir a su lado aquella forma de caminar con aquel calzado hizo que pudiese hallarlas incluso en un ruidoso local nocturno rebosante de gente. Ella no dijo nada, solo le mió a los ojos y le abrazó. Él, ebrio de una esperanza vacía, lo único que dijo ante ello fué:

 - Ahora estás empezando a verlo.

Quizás pasaron dos semanas, quizás fué un mes. Él no recuerda aquella época en un sentido cronológico; solo recuerda los hechos. Recuerda la confesión por parte de ella. Recuerda lo que sintió al saber que, finalmente, ella no solo había besado a aquel hombre, sinó que le había estado besando a él mismo apenas cinco minutos antes de confesar. Recuerda como su mundo, su armadura, su personalidad y su alma se hundieron totalmente. Arrastrados por un agujero negro del que nada puede escapar, hacía su singularidad, donde nada, ni siquiera el tiempo, es. Recuerda aquella extraña mezcla de dolor, tristeza e ira. Recuerda que no le pidió que se alejase de él, sinó que se lo exigió. 

También recuerda que, durante los días o semanas que no se vieron después de aquello, se dió cuenta de que los buenos recuerdos son los peores. Son los buenos recuerdos los que pinchan el corazón, hacen arder la sangre y desestabilizan el alma. Son ellos los que, al ser evocados, llevan primeramente a una época que nunca volverá; para después plantear, quizás erróneamente, que todo fué mentira, que todos los piropos, todas las acciones y muestras de amor y confianza no eran sinó un drama orquestado para tapar la sucia realidad. Como digo, quizás erróneamente.

 Recuerda el final. Recuerda que, contra las cuerdas, como una rata asustada ante su inminente muerte a manos de su depredador, le dió ultimátum. Y, aunque enmascaradas de sentido, recuerda perfectamente las palabras que ella le dijo. La época que siguió a aquel suceso, antes de que él pudiese volver a abrir los ojos, antes de que drenase completamente el veneno de su sangre y de que volviese a creer en el amor... Aquella época está difusa. Ya fuese por el estado en el que ella le dejó o porque su cerebro sencillamente bloquea recuerdos perjudiciales.

 - No esperes que renuncie a él por ti.

5 comentarios:

KRN dijo...

La nostalgia...que es un arma de doble filo. Sientes pena por los buenos momentos que pasaste.

Jodidamente buenos, sin duda. Los peores! El amor es un veneno, palabras puras de Cersei Lanister (fikismo rls)

Sigue escribiendo! no quiero tener nostalgia de tus escritos

Anónimo dijo...

Si bién el parte del relato habla sobre la nostalgia más dolorosa. El mismo no está escrito desde la nostalgia, sinó desde el recuerdo y la perspectiva.
Gracias Karen por contriubuir al renacimiento de este blog!
Manfred A.

Anónimo dijo...

UAu...entiendo mas de lo que piensas los sentimientos, sobretodo lo del material de la confianza...^^

Anónimo dijo...

Olvida esos momentos, no los recuerdes, gente como ella no merecen tener a nadie a su lado ya que son depredadoras, serpientes.
Hay muchas mujeres que no son de esa calaña (yo me siento afortunado) solo digo que ella es una PUTA y lo sabemos todos, lastima del hombre llamado Javi, que la soportará

KatChan_Munster dijo...

Wow muy bien redactado Manfred me ha enganchado desde la primera línea.
Siento mucho lo que te ha pasado, espero que poco a poco te recuperes.
Un abrazote!